abril 20, 2011

Granadina

Era un día diferente a otros, en el aire se podía percibir una tibia briza pero hacia tanto frío que uno sentía cada célula de su cuerpo queriéndose meter mas adentro y mas adentro de uno para evitar el frío, pero a la vez el viento se sentía cálido, el cielo algo gris, triste, con un sol tímido queriéndose asomar sin poder lograrlo. Uno se preguntaba si los ojos lloraban por el frío o simplemente querían llorar, de vez en cuando un leve susurro del viento hacía por solo unos segundos a uno olvidarse de aquel frío, pero apenas este paraba de soplar uno volvía a helarse.
Tan irónico, depender de una briza para poder sentirse bien y luego ser golpeado bruscamente por una ola gélida que congelaba hasta la médula; hacia a uno querer arrancarse la piel para no sentir mas nada, solo quedaba aguantar hasta llegar uno a su querido hogar y taparse debajo de un mar de acolchados; eso hubiese funcionado a cualquiera, pero no a el, por mas sabanas, acolchados y medias de lana que se pusiera, el frío no se iba, era permanente, estaba ahí para alterar cada nervio de su piel, no podía parar de temblar, su corazón sencillamente era como un cristal, un débil palpitar salia de el.
Frustrado, ya ajeno a lo que alguna vez fue sentir la sangre tibia fluir por su cuerpo, resignado a todo, comenzó a arrancarse las capas y capas de ropa y abrigo que tenia puestas en vano, simplemente todo; como un niño en vísperas de navidad cuando ve sus regalos ahí debajo del árbol, y eufóricamente comienza a desgarrar sus envoltorios.
Cuando estaba ya casi desnudo sintió algo que hace mucho ya no sentía, se podría decir que era algo nuevo para su cuerpo y alma, sentía como su sangre corría de su corazón a sus piernas y brazos, como le latía la cien que ya hace tanto estaba inmóvil, sintió como de a poco su mejillas blancas como la nieve, se enrojecían de a poco tomando un color mas cálido, se sentía... bien... que mágico momento, es como, cuando de niños veíamos a un mago agarrar esa olla, meterle un poco de kerosén y prenderla fuego, rápidamente tapándola, y creando ese suspenso levemente interrumpiendo el temor de solo segundos que habían generado esas llamas que parecían tan salvajes que ya no estaban, todos expectantes para ver que pasaba, y cuando el mago la destapaba salia una bella paloma como por arte de magia y todos mostraban sonrisas de asombro, y sus ojos brillando ante tanta belleza; eso era lo que el sentía, belleza, pureza, después de tanta incertidumbre y miedo, ahora estaba anonadado por una tranquilidad simplemente bella.
Ya no sentía solo frío, ahora podía sentir la cálida sensación del calor corriendo por sus venas, de a poco un cristal color granadina comenzaba a derretirse, muy de a poco.

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