agosto 01, 2011

Un preludio en Mi menor

Se preguntaba porque, tan cruel acto de la casualidad, tal vez destino; ¿era así o era una vaga forma de justificar ese acontecimiento tan bello pero drástico que le había sucedido?
Lo que si sabía era que había encontrado la pieza perfecta para acompañar esos pensamientos que taladraban su cabeza y provocaban el insomnio que no le permitía descansar sus ojos y su mente. Esta era más ni menos que un Preludio en Mi menor de uno de los mejores compositores de la historia, según él, Frédéric Chopin; el único problema era que esta era muy corta, y sus sentimientos y pensamientos seguían demandando esa bella melodía, ya que iba perfecto con su ritmo.
Una y otra vez ponía play a la reproducción y por esos eternos pero tan cortos minutos sentía un alivio y todo fluía, pero al concluir sentía un vacío. El sabía el porqué, su corazón se lo gritaba con cada latido que daba, y recíprocamente dolía más.
Era tan confuso todo, pero él sabía que la confusión no venía por la situación en sí, sino por los sentimientos provocados a causa de esta. Tampoco era lógico que lamentara tal pérdida, no la había, nunca había podido decir que fue dueño alguna vez de eso que tanto lamentaba no tener, como si lo hubiera perdido; solo era una mala jugada de la vida hacia el, que movió las piezas del tablero de tal forma que deseaba que el tiempo fuera maleable, y así poder volverlo atrás.
Pero era incontrolable, el deseo enorme de poder reclamar una oportunidad, que si tan solo tuviera una haría todo perfecto para no desaprovecharla; pero, el objetivo en cuestión tenía conciencia propia, vida propia y era feliz. Si según ella era feliz, y él no tenía ni podía, aunque quisiera, demostrar lo contrario, simplemente le quedaba aferrarse a esa realidad, a la felicidad de esa persona y conformarse con que era feliz, y no a cuestas suya, tal vez podría influir, pero no de la manera que él deseaba.
Tampoco deseaba separarla de eso que la hacía tan feliz, aunque ganas no le faltaban, pero él la quería tanto que acepto la realidad, y simplemente se conformó con fantasear que algún día eso que la hacía tan feliz, en algún momento, ya no lo hiciera; aunque él no quisiera que ella fuera infeliz en ningún momento de su vida. Un gran problema deseos tan fuertes, su corazón estaba tan curioso y desconsolado, deseaba el mal y el bien al mismo tiempo, y no podía encontrar un balance.
Chopin seguía sonando, una y otra vez a manera de morfina, solo eso le quedaba.

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