marzo 16, 2011

Un martillo tal vez

Los niños sentados miraban, como otros alegres jugaban en el parque- porque el puede dar esos saltos, y aquel otro puede columpearse tan alto? - dijo de repente uno de los 2 niños que estaba sentado en el banquito, bajo la sombra de un gran arbol, al que le respondio su amigo - porque ellos saben saltar y columpiarse, en cambio nostros no - a lo que el niño intrigado y a la vez frustrado respondio - y si intentamos, apuesto a que puedo llegar mas alto que el niño del columpio - el niño rie sarcasticamente - tu no eres el, simplemente no podras, no tienes la habilidad para hacerlo, llegaras a columpiarte pero no lo suficiente para conseguir esa altura - y luego se mete el chupetin de cereza que estaba saboreando antes de responderle a su intrigado amigo.
Era cierto, no tenia ni la habilidad ni las agallas para hacerlo, una certeza fria y cruel, pero en el fondo el sabía que algun día lo lograria, que podria llegar tan alto como aquellos niños, y hasta porque no superarlos. Pero primero tendria que desmentir lo que su amigo decía, tenía que lograr superar esa barrera, y no por ser la primera la mas facil, atrevería a decir que esa sería la mas dificil de superar, poder de alguna forma, desmentir lo que los demas decian que podia y no podia lograr.
- Simplemente piensalo bien - dijo el niño, con el chupetin dentro de su boca - si lo intentas seguramente caigas y te puedas lastimar, no tiene sentido -.
El niño junto fuerzas para ir y demostrar lo contrario, pero no consiguio levantarse de ese banco, le pesaba la verguenza y el miedo, le pesaban tantos años de no poder ser alguien más y ser solo uno más, le pesaba la rutina y la censura del dia a dia. Todavía necesitaba ganar una batalla interior, muy personal, y poder rescatar a su personalidad, aprisionada por el desprecio y la envidia de los demas, no iba a ser facil, el lo sabía; y luego tendría que intentarlo cuantas veces sea necesario, sin importar que tanto se cortara o golpeara.
Pero lo invadia una duda que le carcomia sus entrañas, un miedo inexplicable, algo que no paraba de atormentarlo, y era, " que tal si lo logro, y nadie es testigo de mi hazaña, que tal si me tildan de mentiroso, de loco, de farsante " y peor aún " no poder demostrar mi hazaña nuevamente por el simple hecho de que fue un momento único sin poderlo repetir".
Era abrumador, cada vez que en su mente pequeña pero a la vez tan vieja lograba pasar uno de esos muros, aparecían más uno tras otro, y cada uno mas alto que el otro.
De pronto, el niño frustrado se levanta de su banco y comienza a caminar, y su amigo intrigado le pregunta - a donde vas? - a lo que su amigo responde - voy a buscar un martillo, me canse de trepar muros, al diablo con esto -.

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